Práctica Electiva y Proyectos

La relegación de las mujeres a la esfera privada mediante el miedo: Una violencia entre líneas no tan vista

11 Abril 2022

Por años, las mujeres hemos sido relegadas a las labores domésticas del hogar y al cuidado de la familia, a lo que en esta columna nos referiremos como esfera privada. Esta situación, ha determinado que en el pasado, la mujer fuese un sujeto sin voz ni participación en contraparte a los hombres, quienes eran ávidos partícipes de la esfera pública, pudiendo tener una voz fuera de sus casas. Así lo mencionan distintos autores como Hannah Arendt, quien propone que estos dos espacios, público y privado, cohabitan entre sí, pero tienen una jerarquía sobre la otra: lo público se liga a lo masculino y lo político en sí. Por otro lado está lo privado, que se liga con las labores de cuidado al género femenino. Ambos espacios son igual de relevantes, pero existe una jerarquía predominante. Es por esto, que Arendt propone que estas verdades no deberían regir, porque cuando se inmiscuyen generan dominación (patriarcado) tal como se ha visto durante años.

Según Amorós (1990), esta división entre lo público (masculino) y lo privado (femenino) se articula socialmente como una jerarquización en la cual los hombres detentan el poder y el reconocimiento, y las mujeres son relegadas a un lugar de invisibilidad y dominación. En esta misma línea, nuestras voces en la esfera pública no existían y no tenían peso alguno. Por su parte, Mary Beard en su texto “La voz pública de las mujeres”, analizó y detectó el primer momento en la tradición literaria occidental en donde se le dice a una mujer “que se calle”, bajo el argumento de que su voz no debía ser escuchada en público. Este momento corresponde al libro “La Odisea” de Homero, donde Telemaco le dice a su madre (Penélope), Madre mía, vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es pues, el gobierno de la casa. Es aquí, donde podemos evidenciar que estos escritos en la literatura no solo reflejan el comportamiento de una antigua época en que se le relegaba a las mujeres las labores domésticas, sino también algo que está instaurado en pleno siglo XXI, pareciendo un acto casi interminable y sin un fin próximo. Aquí es donde nos preguntamos: ¿Cuándo acabará?

Bien sabemos que gran parte de estos comportamientos han ido cambiando a lo largo del tiempo, y hoy en día, las mujeres somos sujetos con voz y opinión, y aunque en un principio fue mal visto y se fue logrando mediante una historia de luchas constantes; perdidas y ganadas, hemos conseguido recuperar espacios de la esfera pública que siempre nos pertenecieron, ocupando cargos más altos y siendo más escuchadas de lo que fuimos hace años atrás.

A pesar de esta integración, siempre han existido mecanismos represores para que se nos mantengan en la esfera privada y no tengamos acceso a la esfera pública, como lo son la obligación que se le atribuye a la mujer sobre sus hijos y su hogar, la supresión de la voz y opinión, la labor y el rol de esposa, entre otros. Es evidente que aún existen situaciones que nos intentan mantener relegadas a lo doméstico, generando un encierro provocado por el miedo proveniente de los distintos peligros, y además el estrés constante que nos significan como mujeres el solo pasear por la calle. Estos van de la mano con la sociedad patriarcal a la que nos vemos enfrentadas en nuestro día a día, haciendo que el exponernos a la esfera pública, sea un motivo de angustia y tensión.

Si antes era la violencia económica la que hacía que no saliéramos del espacio doméstico, volviéndonos dependientes de las parejas más aún si comparten hogar, y no teniendo la capacidad para tomar decisiones que requieran de cualquier poder adquisitivo o ahorro, hoy en día son todos los tipos de violencia a la vez las que nos mantienen dentro del hogar. Acosadas en la calle, intimidadas, violadas y asesinadas también dentro de él. Tras el receso de la pandemia, que nos obligó a situarnos en casa, hay que dejar en claro que bajo el contexto de encierro las más perjudicadas fuimos las mujeres, considerando el aumento en los índices de violencia doméstica, con un alza de 5,3% sólo hasta el 2020, y con 273 mil 903 casos registrados de violencia, volvimos este 2022 a la presencialidad y a habitar nuevamente la esfera pública. El retorno a compartir estos con los hombres, les generó bastante molestia a algunos de ellos pero, ¿cómo lo notamos? La respuesta es: por los diversos casos de violencia que se han dado en, por ejemplo, el barrio universitario. A raíz de esto, les invitamos a hablar y reflexionar en cuanto a lo sucedido estos últimos días en este espacio y en Chile en general, como intentos de secuestro, drogas por contacto, tocaciones, imágenes tomadas sin consentimiento, asaltos y un sin fin de casos acumulados de violencia hacia nosotras que simplemente caminamos por la calle, hacia lugares de trabajo o de estudio.

Por si fuera poco, a nivel nacional se vive una alta tasa de desempleo para nosotras, la cual si bien ha disminuido en comparación al periodo de pandemia en el año 2020 y 2021, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) aún existe una brecha de -21,3 puntos porcentuales (pp.) en desmedro de ellas; posicionándose con una tasa de participación del 48,3% en comparación a la de los hombres que se fijó en un 69,6%. Esto ha sucedido principalmente debido a que un gran porcentaje de ellas, se vio obligada a no trabajar remuneradamente para ocuparse de labores domésticas, como el cuidado de sus hijes, adultos mayores y otras exigencias propias de los hogares que se vieron acentuadas por la pandemia; lo que conlleva a que perdiesen su lugar en el espacio público.

Otro ejemplo que refleja los diversos casos de violencia en la actualidad es la manifestación de las alumnas frente al colegio Lastarria en Providencia, quienes buscaron alzar sus voces en contra de un grupo de alumnos apodados como “La Manada”, tras revelar fotografías íntimas de las afectadas y amenazar sus vidas si es que llegaban a mencionar lo sucedido.

Todos estos casos nos demuestran que no por nada nos hemos relegado una vez más al interior. El cumplimiento de roles impuestos y principalmente el miedo, nos han hecho reducir nuestras horas en la calle, temiendo salir solas y siendo notadas por algún hombre que camine con intenciones de violentar.

¿Será acaso ésta la nueva forma en que el patriarcado nos mantiene encerradas y relegadas a la esfera privada?, ¿Acaso nuestra presencia, y la voz que hemos logrado levantar no puede convivir con los hijos de éste? Son preguntas nos dejan pensando sobre cómo lo que ocurre a nuestro alrededor nos va callando de a poco y nos desplaza de espacios que deberían ser nuestros.

Sin embargo, el qué hacer para cambiar esto es la interrogante más relevante, más aún considerando que son situaciones que afectarán la confianza de nuevas generaciones de mujeres que crecerán temerosas de alzar su voz, a quienes enseñamos a ser decididas y que podrían cambiar el paradigma, pero que hoy son ahuyentadas por el terror producido para realizar incluso sus labores más cotidianas del día a día.

Entonces, ¿qué nos queda por hacer, si cada vez que tratamos de hacer valer nuestras voces, aparecen nuevas maneras de callarlas? Nos quieren trasladar como antes a esta esfera que creen que está hecha solo para nosotras. No necesitamos una medida parche, necesitamos una solución y que el gobierno se imponga por el bienestar de sus ciudadanos con especial foco en las mujeres, nos contemple y no nos abandone una vez más. Como dice Joan Tronto: Todo el mundo tiene derecho a recibir un cuidado adecuado durante su vida; todo el mundo tiene derecho a participar en relaciones de cuidado que den sentido a su vida; todo el mundo tiene derecho a participar en el proceso público para juzgar cómo debería garantizar la sociedad estas 2 premisas.(TRONTO, 2004.20-21).

Atentamente, quienes quieren borrar por completo la violencia entre líneas que aún existe:

  • Camila Chouquer
  • Milena Norambuena
  • Catalina Rodríguez
  • Ana Rojas
  • Mariela Sáez